Un baúl más en otro salón más

Estamos ante un salón vacío, a priori un cascarón poco prometedor. Hay eco y tiene los bordes desgastados, y dista mucho de parecer un cuento de hadas.

Pero la magia está de camino en aviones, camiones y hasta en su propio vehículo: se trata de un conjunto de personas con el poder de transformar, capaces de convertir este lugar o cualquier otro que se propongan en un sitio especial. Unas pocas horas (eso sí, frenéticas) les bastarán para hacerlo, y luego, como todo mago que se precie, desaparecerán. Simplemente para hacerlo de nuevo la semana siguiente y la siguiente a la siguiente en otro estado, país o incluso continente.

Los hombres y mujeres que lo hacen realidad

Son el equipo técnico, cada uno es especialista en un área determinada, pero todos comparten el propósito de hacer de este espectáculo, sea el que sea, el mejor. Sin ellos, no serían posibles los eventos de empresa, los festivales de iluminación o cualquier otro tipo de espectáculos a corto plazo. Por un lado, están quienes los imaginan, pero ellos son los que lo hacen realidad.

Están los aparejadores, los técnicos de luces, los carpinteros, los técnicos de sonido, los constructores de los sets y gente como Drew Taylor. Se trata de aquellos técnicos que pertenecen a una especie cada vez más numerosa y que cada vez cobra más importancia. Tienen la habilidad de combinar las técnicas teatrales tradicionales con la más avanzada brujería técnica. De modo que, aunque un tramoyista isabelino del Globe Theatre original de Shakespeare consideraría que aquello de lo que es capaz Drew es algo de brujería, seguro que reconocería su ética de trabajo y actitud como idénticas a la suya.

Los horarios siguen ofreciendo las mismas pocas posibilidades de socializar, aunque por otro lado el estilo de vida haya cambiado y nos lo facilite. El espectáculo todavía debe continuar, tal y como siempre ha pasado. Y hay algo entre los techies que escogen esta profesión que hace que conserven ese espíritu libre. Porque este sigue siendo un negocio predominantemente freelance.

Todo es posible

Cuando Drew viaja por el mundo con su Christie® Spyder X20 y sus X80 y sus equipos de apoyo, lo hace en solitario, con nuevos equipos técnicos que se forman y vuelven a formar a su alrededor en cada espacio. Puede que algunas caras le sean familiares, otras quizás no, pero sin lugar a duda estará seguro de que no solo cada una de esas personas conocerá su propio trabajo a la perfección, sino que también sabrán lo suficiente sobre el trabajo de Drew como para poder trabajar a su lado de forma eficiente, incluso cuando el tiempo apremie y los clientes se exasperen. Tal y como el propio Drew dice, “no importa lo estresante que sea el proyecto, creo que todo el mundo que está involucrado se siente feliz de formar parte y ver cómo va tomando forma. Una vez que los armazones están en el aire, las pantallas están colocadas, las luces y los proyectores encendidos y tienes un impresionante vídeo de apertura preparado… Verlo todo junto es siempre gratificante”.

¿Has visto alguna vez cómo recogen los técnicos después de un trabajo antes de volver a la carretera? Es algo digno de ver. Llevan a cabo sus propios planes y tareas con tanta habilidad y respeto por sus compañeros que todo encaja a la perfección, como si siempre hubieran trabajado juntos. Y en caso de que surjan problemas, que los hay, todos se involucran para resolverlos. No hacen falta reuniones o largas discusiones, tan solo breves charlas, termo de café en mano. Si hay que mover ese truss de iluminación que se había colocado con tanto cuidado, se mueve; si ese suministro eléctrico es insuficiente, ya se buscará la manera de encontrar más alimentación. Todo parece posible.

Y todo esto antes del brutal e inamovible plazo límite de un público que está a punto de llegar. Tu única opción es estar preparado, porque las puertas se abrirán en seguida. E incluso cuando lo hagan, la presión no disminuirá. Muchos de los técnicos, que ya llevarán largas horas trabajando bajo presión, estarán ahora a cargo el espectáculo, poniendo focos en el momento oportuno, mezclando sin esfuerzo vídeos y equilibrando el sonido sobre la marcha, con el corazón latiéndoles más fuerte que cuando estaban colgando de un armazón o subiendo baúles por seis tramos de escaleras.

Pero al final, ya está, todo ha salido bien y el cliente está contento y el público entusiasmado. Ahora hay que dejar esta felicidad atrás y despegarse de todo lo que has construido para que lo puedas volver hacer de nuevo en otro cascarón poco prometedor y con eco en la siguiente ciudad, donde te espera expectante tu próximo público.