Rompiendo barreras en el Museo del Cine de la Academia de Hollywood

Cualquier director de cine busca crear algo nuevo, diferente y poco corriente, algo por lo que se le reconozca. Pocos lo consiguen y, a los que lo hacen, los señalamos como genios. Pero incluso los Tarantinos, Hitchocks y Kurosawas necesitan utilizar lo que ya está creado, porque no tiene sentido inventar una nueva lengua que nadie sabe hablar.

Ese fue el reto al que se enfrentó el Museo del Cine de la Academia de Hollywood, ya que abrieron este museo, que rinde tributo a un arte tan admirado, durante una pandemia mundial. La solución más tentadora hubiera sido construir algo con tecnologías de contacto 0 a pesar de que hubiese acabado con las tradiciones tan sofisticadas del cine. Tenían que elegir una solución: inventar un nuevo lenguaje que los visitantes tuvieran que aprender o encontrar una gramática familiar compatible con el cine y a prueba de pandemias. Escogieron la segunda.

Christopher Richmond, responsable audiovisual de la exposición del Museo del Cine, nos explica el concepto original: “la decisión de eliminar pantallas táctiles y auriculares se había tomado incluso antes de la pandemia, ya que nuestros equipos de comisarios y de diseñadores querían mantener a toda costa la integridad del proscenio del cine. Queríamos un vídeo en bucle creado con minuciosidad para imitar el sentimiento de ver algo cronológico, para que así los visitantes sientan que forman parte de algo, y no queríamos que la experiencia del público se quedase en algo con auriculares o estático. Queríamos lograr esa experiencia compartida del cine”.

Al poner en práctica la idea, el Museo ha descubierto que el contacto cero forma parte de la respuesta y que puede hacerse un hueco, pero que no es la panacea. De hecho, la clave fue quedarse con las expresiones y entrelazar las bases tanto del cine como de la academia. Si desde el principio diseñas algo sólido y con barreras, al crear algo nuevo acabarás imponiéndolas.

Por ejemplo, y en contra de los conocimientos básicos de instalación, el Museo instaló en un pasillo de salida un videowall con un tamaño de píxel superior al que cabría elegir, en especial si caminamos muy cerca de él. Ahí, los visitantes pueden comprobar cómo los píxeles crean una imagen sin necesidad de escuchar o leer la explicación. Como los puntos Benday de Roy Lichtenstein, el videowall muestra cómo funciona la manera de ver de una forma increíble en un lugar que bien podría haber quedado obsoleto.

Al adherirse a los principios de diseño establecidos en los tiempos anteriores a la pandemia y aplicarlos a la realidad tras esta, el Museo de la academia ha conseguido ofrecer las medidas de distancia social necesarias sin imponer barreras importantes para el público.

El público que viene a celebrar esta fiesta del cine disfrutará de una experiencia orgánica que demostrará que, cuando los conceptos básicos son correctos, el espacio es normal y natural. Esto se aplica también a la forma de trabajar de Christie ya que, para nosotros, es esencial entender la tecnología y la subsecuente reacción a ella que tienen las personas. Es la razón por la que hay tantos kits de Christie, desde proyectores y paneles LCD hasta las soluciones de gestión de contenido Pandoras Box. Los Servicios Profesionales de Christie están muy comprometidos con hacer que funcione el concepto que describió Christopher Richmond en un principio.

Christopher nos cuenta: “a lo largo del museo hay un montón de collages y fragmentos de las películas preferidas de la gente, películas con relevancia histórica, versiones raras y entrevistas. Algunas veces se muestran con un solo proyector, otras con una presentación múltiple de varios proyectores y, en ocasiones, en monitores pequeños metidos en cajones. Todos los elementos tienen audio, que suena desde un único altavoz o altavoces direccionales con Full Dolby Atmos. Es el objetivo del diseño original el que hace que todo tenga sentido”.

Y todo esto, sin que exista una sola barrera.