El futuro está aquí, y te cabe en la palma de la mano

Todo el mundo sabe que hacerse un hueco en el mundo del cine es muy difícil. Un aspirante a escritor puede sentarse en una cafetería con un cuaderno y un sueño por escribir; el próximo Banksy solo necesita una pared y un espray. Pero un cineasta necesita un equipo, un editor, un colorista, un guion… y una lista de equipamiento que no tiene fin.

Es muy fácil descartar películas hechas con smartphones como novedades intrascendentes de TikTok que pronto quedarán en el olvido. Pero este punto de vista ignora que su potencial real no es el del producto final, sino el poder de experimentación que ponen en las manos de la gente. ¿Puede una historia empezar capturando imágenes en una pantalla pequeña y acabar en la gran pantalla? Los festivales de películas hechas con smartphones opinan que sí, que es posible.

El festival SmartFone Flick

Angela Blake es la cofundadora y directora de SF 3 (SmartFone FlickFest), un festival internacional muy exitoso que se celebra en Sídney, Australia. Aunque ya van por su octava edición, incluso la propia Angela dice que ya desde los inicios “teníamos claro que los smartphones nunca iban a sustituir a las cámaras tradicionales”. Y habla desde la experiencia personal. Tanto ella como los otros fundadores vienen de una sólida formación artística, más que de un contexto tecnológico. Angela se graduó en el Programa de Interpretación ante la cámara de la New York Film Academy y, en la actualidad, está trabajando en su largometraje Burnu.

No, lo que intrigaba a Angela era la democratización que esta nueva tecnología podía aportar. Aunque la tecnología de los smartphones no te permite hacer largometrajes por arte de magia, todavía te hace falta talento y un montón de otras cosas para que eso suceda. Lo que importa es hacer que la gente pueda contar y publicar de manera sencilla sus historias mediante imágenes en movimiento y, hasta ahora, esto no había sido posible a tal escala.

“Hacer películas con smartphones es accesible. Derriba barreras y, al tener alma de movimiento underground, hay comunidades muy amplias implicadas. Creo que todos nos sentimos muy emocionados y afortunados de estar haciendo algo nuevo, con nuevas reglas, y llevarlo a los medios mainstream. Estar en este espacio te da una sensación muy divertida”. Angela nos ofrece ese nexo que falta entre la pequeña y la gran pantalla, compartiendo el contenido con un público en directo, donde se puede apreciar como es debido.

Reclamar su momento

El cine mainstream se ha dado cuenta. El director de cine estadounidense Steven Soderbergh dice que los smartphones forman parte de las cámaras de su arsenal, y Angela dice que está viendo “a cineastas emergentes o profesionales que, al encontrarse entre proyectos, o que no obtienen la financiación que necesitan, recurren a los smartphones como una herramienta accesible y asequible. Creo, de verdad, que esta tecnología está ahora mismo reclamando su momento”.

Pero las nuevas generaciones también están haciendo presión, y la que se ha criado con smartphones y navegando en Youtube es conocedora del poder audiovisual. Incluso cuando no sean ellos los que hacen las películas, entienden la gramática del cine mucho más que sus padres. SF3 organiza talleres y Angela nos cuenta que “a los adultos todavía les da miedo cuando les toca editar, les dan muchas vueltas a cosas como la velocidad de fotogramas y la relación de aspecto. Pero los más jóvenes no se preocupan por nada de esto. Antes de que haya acabado de hablar, ya están en pie y rodando, y ya tienen editada su película durante su pausa para la comida. Lo tienen interiorizado, y los adultos no”.

Hacer largometrajes todavía requiere de recursos para ello, y no hay nadie en SF3 que crea que eso vaya a cambiar. El cambio real reside en la educación visual de los creadores y espectadores: serán ellos, junto a las minúsculas pantallas de sus smartphones, quienes van a impulsar la nueva ola del cine, y va a ser una muy potente.